Apenas había llegado a la mesa donde estaban sus amigos con su cerveza, cuando Caryanna, sin dejarle sentarse, la miró y le indicó el escenario con el índice. Ottavia suspiró, ya se había rendido. Su cupo de ideas había sido quemada con el último cartucho.
—Sube ahora mismo, y cuenta la historia de las alcantarillas apestosas y el pavo real pijo.
Casi se atraganta, mientras puso los ojos en blanco. ¿En serio? ¿Quería que contase una cosa así de enrevesada? ¿No le había valido con los pepinos? Suspiró, dejó la botella de cerveza y enfiló de nuevo al escenario. Saludó de nuevo al confundido público.
—Ya, ya, sé que me acabo de despedir, pero es que semehaocurridounaidea.
Inspiró por la nariz y se rascó la frente, nerviosa.
“Jael llevaba un sol azul buscando a su espécimen. ¡Un sol azul! Eso era imperdonable. Encima el muy maldito se había metido entre las cloacas. Ya había sido mala suerte que hubiera escogido el sol púrpura para “volar” y caerse de la plataforma. ¿Por qué creía que podía volar? El maldito pavo real se creía que podía ser y hacer lo que él quería, ¡pero no era así! Su pelaje no era real, su sonido era inventado, por muy sugestivo que fuese. Toda su hermosura, la misma de la que el muy egocéntrico se encargaba de lucir y exhibirse, era sintética. Era una réplica exacta. Su tremendo colorido era maravilloso: con tonos verdes, azul iridescente, azul verdoso, y lleno de ojos misteriosos insertados en su poderosas alas con reflejos bronces y cobres. Era una obra de arte.
Se habían pasado cinco soles naranjas intentando reprogramar ese fallo que tenía en su sistema. Jael y su equipo habían intentado reproducir un espécimen de pavo real extinguido y todo había salido mal. Cuando creían que sólo se limitaría a exhibirse en el recinto-museo de la Tierra extinguida, el ejemplar se les escapaba y se pavoneaba por la avenida de la Estación, interrumpiendo el tráfico espacial. Se suponía que debía de ser un modelo simple de exhibición, pero no, él tomaba decisiones unilaterales porque su único objetivo era exhibirse. A veces le daba por extender todo su pelaje artificial en medio de las reuniones de la Ciudad-Estación, en las que aparecía de improviso e interrumpiendo. El problema era “cazarlo” porque era demasiado . ¿Por qué no contemplaron que utilizar estructura sólida, tanto para el exoesqueleto como para el pico, podría ser un problema? Zetael, su especialista en historia de la Tierra extinguida, le había insistido que su sueño de reproducir ejemplares extinguidos para el museo era una locura. ¿Por qué no le había hecho caso?
Jael llevaba ya dos soles azules por las cloacas. Temía por su pelaje y su maravillosa estructura. Nunca se había internado por ese área del planeta, ya que nadie vivía ahí. Eran las cloacas de la Ciudad-Estación: residuos malolientes, basura y a saber qué cosas pudriéndose se encontraban ahí. La peste era nauseabunda, menos mal que la tecnología le permitía buscar sin contaminarse y envenenarse, gracias a la cápsula. Totalmente nítida, podía incursar en las cloacas, pilotándola sin riesgo alguno.
Al tercer sol azul lo encontró. Estaba encajonado justo en la cumbre de una montaña de excrementos. Jael no consiguió distinguirlo en un primer momento porque era una cosa marrón, pero los sonidos encantadores y potentes captaron su atención. Acercó la cápsula hasta la “cabeza” del pavo real. Sacó las articulaciones para extraerlo, pero lo único que sacó fue la cabeza marrón, y un exoesqueleto roto, con todo el plumaje destrozado y podre. Derrotado, e ignorando sus píos, Jael lo soltó y lo dejó ahí. Reconstruirlo costaría demasiado, y no estaba seguro de que fueran capaces de reprogramarlo bien para que dejara de escaparse o de exhibirse. En algún momento su energía se terminaría y dejaría de piar. Era mejor abandonar al primer y último espécimen de pavo real que habían creado.
—Supongo que este es el precio por revivir vida extinguida en vida no orgánica. Ha sido un desperdicio. ¿Quién me va a recompensar por un viaje de cuatro soles azules malolientes en busca de un egocéntrico que estaba convencido que podía volar y ser libre?
Jael redirigió la cápsula y puso rumbo a la Ciudad-Estación. Ya vería la forma de crear una réplica menos problemática para el Museo de la Tierra extinguida”.
Tosió al final, luchando contra sí misma por haber conseguido soltar aquello tan extraño para su audiencia. No estaba orgullosa del resultado, pero había conseguido el objetivo. Tendría que invitar a su amiga a uns ronda por la “vida extra” que le había proporcionado.
—Ahora sí, gracias por haberme acompañado durante estos días en el Coven. Ha sido un placer compartir las historias del Coven con todos vosotros. ¡Sed felices!
Bajó un poco a trompincones, y llegó a alcanzar a Sairon, palmeándole en la espalda.
—Ahora te toca a ti, que te esperamos. Si necesitas ayuda, nosotras te ayudamos.
Tras asentir con la cabeza a Caryanna para darle las gracias, se sentó con sus amigos ya más tranquila, dispuesta a deprimirse por el término de las vacaciones bebiendo su cerveza.